¿Será que solo sabemos refugiarnos en la resignación? Repetidamente me pregunto sobre lo mismo y la respuesta no parece ser una incógnita indescifrable cuando la insatisfacción es fuente y origen de una infelicidad difícil de sobrellevar. Suelo preguntarme desde siempre el porque de estos interrogantes.
Algunos lo definen como el minuto fatal, el descuido que se paga a lo largo de una vida y que cuando queremos retroceder nos parece demasiado tarde.

En realidad es falta de coraje para tomar medidas correctas que puedan corregir el rumbo de nuestro futuro. Pero ¿quién se anima a tomarlas?
Muchas veces nos preguntamos si no sería más ecuánime actuar con una dosis mínima de egoísmo, o por ventura suponemos que después de esta vida nos aguarda otra, en la que sí sabremos como actuar, como evitar reincidir en iguales equivocaciones .
Tampoco es justo ser inclemente al juzgar nuestro proceder sin tomar en cuenta el contexto en el que se desarrolla nuestra existencia en el diario convivir.
Múltiples razones hacen predominar ciertas decisiones en detrimento de otras, incluso de las que parecen ser las más razonables..

Nos aferramos a pensar que “hay razones del corazón que la razón no entiende” y es verdad, como también es verdad que el corazón se niega a comprender.
Llevamos una vida alejada de nuestros gustos y afinidades, vivimos con la mujer que no amamos, con la que formamos un hogar, tuvimos hijos y guardamos las apariencias para mostrar a unos y otros la máscara de una felicidad que no se apiada con la realidad.. Sabemos que se nos va la vida, que cuanto antes decidamos pensar en nosotros, tanto antes podremos lograr re- encausar un modelo de felicidad más cercana a lo que soñamos en algún momento.

Lograrlo requiere de un acto de valentía y hasta de cierta dosis de sano egoísmo que nos lleve a pensar que algo minimamente importamos.
Es sin duda muy duro visitar a los hijos para llevarlos de paseo en los días autorizados, se nos parte el corazón al solo pensarlo, afrontar el momento de la despedida.
Muchos dirán que cuando ellos crezcan pensarán en su propia vida, y no estaría mal en que lo hagan, pero mientras tanto ¿qué?.

No hay peor soledad que la que se siente en compañía, se llega a un punto en que se hace imposible fortalecer la relación. Nos encrespamos, nos llenamos de ira, nos abatimos ante la impotencia y comenzamos lentamente a desertar a la inquietud de enfrentar, hacernos cargo.
Comienzan por aparecer los problemas de salud, dificultades en el trabajo, nos refugiarnos en cualquier actividad que nos ocupe el tiempo, mientras que en nuestro interior se van acumulando emociones negativas, reinvidicaciones que no se concretan .
No fuimos educados para que pensar en nosotros no sea considerado un acto de egoísmo, bajo la acusación de que solo te preocupas de ti mismo. Somos herederos de una cultura que instituyó la culpa.
El peor de los desenlaces suele ser el “El auto-boicot”. Siempre me preocupo este tema.
Ante la imposibilidad de resolver los problemas, primero se enferma y después se continúa con el daño intencional a los propios intereses y a la propia integridad.
Producto de esta infelicidad que no encuentra un cause de salida, apunta hacia si mismo. Las consecuencias son previsibles, se derrumban fortunas, se destruyen negocios. Todo se desarrolla incluso con la complacencia de quien resulta ser la principal víctima del desastre. El hombre se auto boicotea.
Luego aparecerán quienes opinen que fue estragado por la envidia, o que le han hecho trabajos de brujería.
La realidad es que por pereza o falta de coraje para recapacitar que la primera de las obligaciones es la que cada ser humano tiene consigo mismo, llegamos a un resultado previsible.

Todos sabemos cuando nos estamos auto- agrediendo, saber parar a tiempo es lo primero que se debiera de hacer, simplemente por respeto a uno mismo.
Buscar ayuda incluso medica si advertimos que no sabemos como solucionar el problema que nos aqueja.
Esta seria la forma más conveniente de actuar la más benévola con nosotros mismos recuperar fuerzas para volver a vivir en forma plena un futuro que logre ser mejor al presente.
Este sería el mecanismo indicado para sacar provecho de una crisis y de la experiencia que nos aporta el dolor.

Andre, laplume.